La emancipación de la mujer por ELENA CAFFARENA,

domingo, 14 de febrero de 2010 |

(Especial desde Chile por el Grupo Yo Creo en Latinoamerica del Facebook) A veces, cien años corresponden a bastante más de un siglo. Si aceptamos que el recién pasado fue corto y se extendió, según muchos historiadores, más o menos entre 1917 y 1990, podemos decir que Elena Caffarena, que cumple 100 años el 23 de marzo, ha vivido en tres siglos. Nació en 1903, cuando el salitre hacía resplandecer a Iquique y en la pampa imperaba una durísima explotación. Vivió en un Chile que cambió con rapidez a partir de la década de los 20, cuando se acercaba la crisis que conmocionó al capitalismo y se anticipaba el horror de la segunda guerra mundial. Estuvo activa hasta el comienzo de los 90 y ahora, en su centenario, mira un mundo en que naufragan, a lo menos en apariencia, muchos de los valores humanistas que guiaron su vida.

Dirigenta esclarecida del feminismo, Elena Caffarena vino a Santiago a terminar sus humanidades para ingresar, después, a la escuela de leyes de la Universidad de Chile. Sus inquietudes intelectuales y sociales despertaron en la adolescencia. Cuando tenía poco más de diez años, llegó a Iquique Belén de Sárraga, una mujer extraordinaria, librepensadora y partidaria entusiasta de la liberación femenina. Su visita ayudó a que surgieran "círculos femeninos" con su nombre -uno fue dirigido por Teresa Flores, compañera de Recabarren-. Estos círculos se sumaron a la acción feminista de las mujeres pampinas, que participaban en las mancomunales y en las nacientes organizaciones sociales. En Santiago y otras ciudades, pequeños grupos de mujeres, como el que impulsaba Inés Echeverría, bregaban por la igualdad de oportunidades: las mujeres se incorporaban al trabajo industrial y a los servicios; las escuelas normales y la universidad abrían sus puertas, para entregar un creciente contingente de profesionales que reclamaban sus derechos.

En los años veinte ya existían poderosos núcleos de mujeres proletarias abocadas al trabajo femenino. Dirigentes como Micaela Troncoso, Delfina Gutiérrez, Ida Osorio, Julia Gutiérrez y Laura Rodig dejaron huella.

Como estudiante de derecho, Elena Caffarena participó en trabajos de educación a obreros y obreras. Conoció a Recabarren y con su amiga María Marchant, estudiante de pedagogía, fueron las primeras mujeres en incorporarse a la Fech. Se casó con Jorge Jiles, compañero de estudios y de ideales, quien se hizo militante comunista. Esos primeros pasos orientaron la acción de Elena Caffarena hacia la idea de la emancipación de la mujer, una idea global que tiene como objetivo último, el pleno desarrollo de la mujer en una sociedad democrática y justa.

En 1935 fue fundado el Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (Memch). Lo constituyeron inicialmente Elena Caffarena, Marta Vergara, Olga Poblete, María Marchant y algunas otras.

El Memch sirvió de alero para que se desarrollaran y potenciaran diversas organizaciones de mujeres y en poco tiempo, el Memch creció como un movimiento masivo de gran impacto. El periódico Mujer Nueva alcanzó alta circulación. Surgieron filiales en todo el país: en 1940 ya había 42. Y siguió creciendo. La solidaridad con la República española, atacada por el franquismo, fue una de sus actividades prioritarias.

El Memch no sólo luchó por el derecho a voto de las mujeres. Sus planteamientos buscaban igualdad de oportunidades para la mujer: derecho al trabajo, creación de centros de madres y de niños, jardines infantiles, fomento del deporte, mejor atención de salud, hogares colectivos para mujeres solteras o viudas sin hijos, derecho a la educación y la cultura, término de los conventillos y construcción de viviendas populares. También incluían demandas que provocaban urticaria: control de la natalidad, aborto y divorcio. Tuvo claro carácter laico, pero no fue una organización antirreligiosa. Sin embargo, el Memch fue atacado por la jerarquía católica. De acuerdo a las orientaciones vaticanas, la "emancipación" de la mujer era nociva: hacía que la mujer abandonara a los hijos y sus responsabilidades en el hogar, que derivaban de su propia naturaleza.

Medio siglo más tarde, una de las fundadoras, la profesora Olga Poblete, explicaba las que a su juicio fueron razones del éxito: "El nexo común entre estas mujeres (las militantes del Memch) era su convicción democrática amplia, eminentemente política pero no partidista. Comprendo que cuesta entender esta aparente contradicción, si la manejamos dentro de la malla enajenante en la cual hoy se debaten las ideas. Pero en los años treinta, se percibía claramente la necesidad de construir una barrera potente contra el conservantismo, las fuerzas reaccionarias y su insaciable voracidad de poder y riqueza".

Bandera importante del Memch fue la conquista del voto femenino. Existía para las elecciones municipales, pero fue tarea ardua conseguir la plena ciudadanía, que logró, en 1949, un amplio frente de organizaciones femeninas en las cuales el Memch fue fundamental.
Seguramente la etapa más fructífera se extendió hasta los años 46-47. Su actuación se vio afectada por la guerra fría y la represión anticomunista del presidente González Videla. Muchas militantes del Memch eran de Izquierda, en su mayoría comunistas. Pero la represión no abatió a la organización. Se comprometió a fondo en la defensa de los perseguidos, la lucha por la paz, las acciones solidarias y la oposición a la política belicista de Estados Unidos. Sin embargo, hubo problemas de fondo.

"Los dirigentes (políticos), hombres al fin, no vieron en las mujeres a sus iguales, sino solamente a eficaces colaboradoras. Pienso que a los partidos de Izquierda les tocaba una tarea difícil en este asunto de asumir la igualdad con la mujer en las responsabilidades y derechos de la acción política", escribió Olga Poblete, agregando: "Los partidos de Izquierda tenían que educar a las mujeres para comprender que no existe contradicción entre postular los cambios sociales, económicos y políticos y garantizar el orden, la tranquilidad, la autoridad. Creo que esa educación política nunca se hizo. Debió haber comenzado incluso por los mismo hombres, para modificar en ellos, pese a sus posiciones políticas y filosóficas, los siglos y siglos de configurar su conciencia de varón nacido para mandar en el hogar, la fábrica, el sindicato y la sociedad".

El Memch se fue agotando, de hecho había desaparecido hacia 1953. Elena Caffarena, Olga Poblete y otras dirigentes no abandonaron la lucha. Siguieron difundiendo un pensamiento que reaparecía, c on otras características, casi treinta años después, durante la dictadura.

Después del golpe del 73 resurgen las organizaciones femeninas, cuando los hombres disminuyen su protagonismo tradicional y se rompen las formas históricas de asociatividad política y social. Se forman las primeras agrupaciones de familiares de víctimas de la represión, mientras en las poblaciones brotan formas inéditas, como las ollas comunes y los comedores populares, bolsas de cesantes, grupos de trabajo artesanal, instancias culturales, "comprando juntos" y comunidades cristianas de base. En 1976 se conmemora, públicamente, el 8 de marzo, que se va convirtiendo en ocasión para grandes manifestaciones callejeras. Los nuevos movimientos femeninos y un Memch rearticulado gracias a Elena Caffarena y Olga Poblete, confluyen en un amplio frente integrado por sectores muy variados, bajo una consigna sustantiva y movilizadora: "Democracia en el país y en la casa".

Actualmente, el feminismo pasa por una nueva etapa de poca visibilidad, afectado por el deterioro de la Izquierda y el impacto del modelo y la globalización. Pero como la desigualdad no ha terminado, la explotación aumenta y surgen nuevos problemas, es previsible un renacimiento, una etapa de movilizaciones y organización orientada por dirigentes jóvenes. Abundan las dificultades y a ve ces todo parece imposible. Pero ahí van. En su retiro, Elena Caffarena dice que falta mucho por hacer, la tarea está inconclusa.

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