Estados Unidos se muerde la cola

miércoles, 1 de diciembre de 2010 |


BAD COMEDY

Por Martín Granovsky

Hillary Clinton intentó disminuir los efectos del papelón de la diplomacia de EE.UU. asegurando que los cables no representan la política de Washington. Pero en su capítulo argentino, con las menciones a CFK, a la incompetencia de la burocracia norteamericana se sumaron los intereses mediáticos

Bad comedy > Cables dispersos de la diplomacia norteamericana alimentaron el morbo nacional

Cuando Estados Unidos se muerde la cola

El capítulo argentino de Wikileaks, la enciclopedia mundial de las filtraciones, muestra qué ocurre cuando un grupo de burócratas formula preguntas y los diarios se apuran a interpretarlas a su particular manera.

Por Martín Granovsky


Cristina Kirchner y Hillary Clinton, en marzo pasado, durante la conferencia de prensa conjunta que coronó la visita de la norteamericana.

Por decisión propia o ajena, por filtración o hackeo, los burócratas de inteligencia del Departamento de Estado acaban de imitar al personaje de la película El buen pastor. El atormentado protagonista que encarnaba Matt Damon, un agente de la CIA, terminó sin saber realmente para quién espiaba y quién lo espiaba a él. En el caso de los cables diplomáticos que difundió el diario El País habría que agregar otros personajes para una remake del film: además del perro que se muerde la cola (Damon) hay espectadores que miran su caca y la usan para interpretaciones esotéricas como si leyesen la borra del café.

Salvo que uno tenga la misma mente conspirativa de ese grupo de burócratas o sus admiradores españoles y argentinos, incapaces de articular una duda, es obvio que los cables conocidos hasta el momento no bastan para cerrar una buena historia. O al menos una historia seria.

Ayer El País de Madrid tuvo la gentileza de aportar los cables. Se agradece: había comenzado a tratar el tema de Wikileaks, la enciclopedia mundial de las filtraciones, con títulos sesgados sobre la Argentina que no aportaban ningún razón. En periodismo, razón es dato. No aportaba datos.

En una conducta habitual para organismos oficiales y corporaciones –pedir perfiles psicológicos de líderes extranjeros– un cable clasificado pregunta por "la dinámica interpersonal de Kirchner" y pide detalles sobre el comportamiento de Cristina Fernández de Kirchner y de Néstor Kirchner. Fue enviado por el área de inteligencia del Departamento de Estado a la embajada norteamericana en la Argentina el 31 de diciembre de 2009 a las 14.55. El cable está catalogado como "secreto".

Un cable anterior agradece informes sobre el gobierno argentino. Ese cable es del 22 de abril de 2009 a las 13. También la catalogación es de "secreto".

Un tercer cable, de la misma fecha que el primero, es la evaluación de la embajada de los Estados Unidos sobre la entonces reciente visita del secretario adjunto para Asuntos Latinoamericanos, Arturo Valenzuela. Ese cable es "confidencial", o sea menos secreto que los anteriores, y fue desde Buenos Aires hacia Washington.

El Gobierno argentino no hizo ayer declaraciones oficiales sobre el tema. Un alto funcionario accedió a comentar el tema con Página/12 a condición de no ser citado. "Los cables revelan que una parte de la administración norteamericana se convirtió en un Estado policial, con un análisis muy pobre de la política internacional", dijo. También tejió una hipótesis: "Muchas veces ese tipo de organismos, como los que hacen inteligencia dentro del Departamento de Estado, exageran su trabajo, aunque lleguen a conclusiones y límites absurdos, para autojustificar su existencia, pedir más presupuesto y aumentar su poder interno".

La reacción de la embajada de los Estados Unidos, que firma la encargada de prensa Shannon Farrell, tiene el tono habitual de los momentos delicados. Elige las palabras para esquivar algún tema de fondo, como el que se deriva del Wikileaks, pero la articulación de vocablos se cuida de incurrir en una mentira que luego podría serle reprochada. "Los cables diplomáticos reflejan el análisis interno diario y apreciaciones directas que hacen a las deliberaciones sobre las relaciones externas del Gobierno", dice casi en formato de manual. "A menudo, estos cables contienen expresiones preliminares e incompletas relacionadas con asuntos de política exterior", agrega. Por eso recomienda no adjudicarles "peso propio ni son representativas de la política de los Estados Unidos". Explica: "Citas parciales de análisis o comentarios expresados en cables no reflejan el contexto global y constituyen meramente la opinión del funcionario que informa o un compendio de opiniones de una variedad de fuentes locales destinadas a transmitir la diversidad de interpretaciones, especulaciones y argumentos sobre un asunto o cuestión determinada".

El texto de Farrell tiene una habilidad: al hablar del "funcionario que informa" se refiere a la embajada y no al área de inteligencia conocidas con las siglas INR/OPS dentro del Departamento de Estado. La referencia a "expresiones preliminares e incompletas" podría abarcar a organismos con sede en Washington, pero eso no queda tan claro en el texto.

La INR/OPS quedaría así, dentro de las reglas generales del día de ayer, es decir en el marco de lo que la secretaria de Estado dijo (o no dijo) sobre los miles de documentos filtrados y que fueron a parar a Wikileaks. O dentro de lo que Hillary Clinton condenó porque las filtraciones podrían herir las relaciones con otros países.

En el cable que produjo el morbo mayor por parte de El País y de La Nación, la directora del INR/OPS, Elissa Pitterle, muestra su interés "por la dinámica de sus dirigentes, en particular en lo que tiene que ver con Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner". Señala que "sobre la base de informes previos y de acuerdo con nuestros valores analíticos, actualmente estamos preparando un informe escrito que examine la dinámica interpersonal del tándem gobernante". Añade que tienen "una comprensión mucho más sólida del estilo y de la personalidad de Néstor Kirchner que de la de Cristina Fernández de Kirchner".

Para evaluar a Cristina, ya Presidenta de la Nación, pide el documento enviado a la embajada:

·         En relación al "estado mental y la salud", de qué modo la Presidenta "administra sus nervios y su ansiedad", cómo "afecta el stress su comportamiento hacia sus asesores y su sistema de toma de decisiones", si toma o no para el stress "alguna medicación", de qué manera sus emociones "afectan sus decisiones" y "cómo se calma cuando se estresa".

·         La preocupación por Kirchner es su situación gastrointestinal. La inquietud es si ese problema lo molesta y qué medicamentos usa. "Bien conocido por su temperamento, ¿demostró Néstor Kirchner una tendencia mayor a cambiar entre extremos emocionales? ¿Qué cosas son las que le disparan su ira?"

·         De nuevo sobre Cristina, cuando enfrenta problemas, "¿tiene una visión estratégica y con panorama o prefiere una visión táctica?" Y también: "¿Ve las cosas en blanco y negro o con matices?" Y esto: "¿Comparte con Néstor Kirchner la visión de la política que ve adversarios o modera el estilo de él de usar la mano pesada para la política?"

·         El Departamento de Estado también expresa curiosidad sobre cómo usan el día Cristina y Néstor y cuándo Cristina lleva la delantera en algún tema.

En el cable secreto en el que agradece información enviada antes del viaje del vicepresidente Joe Biden a Chile, pide datos precisos sobre la relación del entonces canciller Jorge Taiana con Montoneros y pregunta "por su supuesta participación en el atentado contra un bar en julio de 1975". No inquiere por la prisión de Taiana, que comenzó justamente en 1975, durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón, pero en cambio interroga por "los varios nietos", una inexactitud.

Los dos cables secretos están firmados, al final, con una palabra: "Clinton". Es Hillary, claro, secretaria de Estado, y por lo tanto responsable de la curiosidad o la torpeza de sus subordinados para custodiarla.

Hasta el momento, al menos, no fueron o filtrados o difundidos documentos de respuesta exacta a los requerimientos. Si eso ocurriera podría emprenderse un análisis serio sobre si los diplomáticos encargados del tema refritaron notas mediocres de revista, cometieron algún acto ilegal en búsqueda de secretos médicos o simplemente conversaron con argentinos sobre esos temas y fueron armando un rompecabezas.

El caso del informe de la embajada sobre la breve gira de Valenzuela es más nítido. Incluso se asombra de que luego de la conferencia de prensa que dio, "los medios argentinos comenzaron a focalizar casi con exclusividad la declaración de Valenzuela sobre que la comunidad de negocios norteamericana en la Argentina le había transmitido preocupaciones sobre la vigencia de la ley y el manejo de la economía en la Argentina". Dice el mismo documento que "la prensa informó que Valenzuela contrastó esas preocupaciones con el entusiasmo y las intenciones de invertir que manifestaba la comunidad de negocios en 1996", cuando el mismo funcionario tomó contacto con empresarios durante la presidencia de Carlos Menem.

"Como ejemplo de la naturaleza sensacionalista de buena parte de la cobertura, La Nación puso en sus títulos el 17 de diciembre el siguiente: 'Choque con los Estados Unidos sobre el Estado de Derecho en la Argentina', y el 18 de diciembre 'Protesta a los Estados Unidos sobre las críticas del enviado de Obama'". En rigor, Estado de Derecho es una traducción literal. Tiene que ver con "rule of law", expresión sajona utilizada como única porque ni en los Estados Unidos ni en el Reino Unido suelen usarse ni "seguridad jurídica" ni "inseguridad jurídica", los dos eufemismos habituales en la Argentina en el mundo del lobby.

El texto de la embajada cita declaraciones del canciller, Héctor Timerman, que señaló que Valenzuela no se reunió ni con la CGT ni con el radicalismo sino solo con Francisco de Narváez, Mauricio Macri y Julio Cobos.

Lo que hasta que no se demuestre espionaje pudo ser una comedia de enredos o el simple trabajo –en algunos casos malo, en otros con mayor calidad, de un grupo de diplomáticos– quedó con un sesgo tremendista por la cobertura inicial de El País de España.

Ayer, en su edición impresa, El País incluyó un recuadro con el título "El mundo según Washington". Allí, junto a la de cinco importantes figuras, está la foto de Cristina Kirchner y el texto dice: "Washington solicitó información sobre la salud mental de la presidenta argentina". En la página 3 el diario español anuncia que mañana (por hoy) el diario ofrecería detalles. "Por ejemplo, sobre las sospechas que la presidenta argentina despierta en Washington, hasta el punto de que la Secretaría de Estado llega a solicitar información sobre su estado de salud mental".

En la nota que saldrá hoy, y que anoche podía leerse por Internet, las cosas ya eran distintas. El artículo de Soledad Gallego-Díaz se titula "Inquietud por la personalidad y el modo de trabajo de Kirchner". El primer párrafo menciona "una gran curiosidad por conocer la personalidad de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner". ¿Inquietud es lo mismo que curiosidad? No, pero algunos medios a veces exageran un poco para llamar la atención. Lo que está claro es que ni "inquietud" ni "curiosidad" son lo mismo que "sospechas", que es lo que anunciaba El País que informaría ayer. Y "personalidad" no es lo mismo que "estado de salud mental", expresión que como se vio en el primer cable nunca aparece de esa manera.

¿El País ya disponía de los cables filtrados sobre la Argentina? Si es así, ¿dio la primera información sin leerlos? ¿Anunció algo que luego no pudo satisfacer y después, con mayor profesionalidad, se corrigió? El diario no informó sobre esas contradicciones.

Más allá de la coincidencia o disidencia de cada lector con sus editoriales, y de la admiración por alguna de sus plumas o por el papel clave que cumplió en la transición democrática española, el diario carga con una mochila pesada. El 11 de marzo de 2004, cuando un grupo fundamentalista islámico cometió el atentado de la estación de Atocha, en Madrid, El País por acuerdo con el gobierno de José María Aznar especuló con que el atentado podría haber sido cometido por la organización terrorista ETA. No importaba que la ETA tuviese otra tradición criminal, de asesinatos selectivos y no de homicidios en masa, y que acostumbrase o anunciar o atribuirse de inmediato los ataques: para El País operaba, en ese momento, una razón de Estado.

La Nación de ayer tituló su nota principal "Preocupación por Cristina Kirchner".

Debía ser una lectura libre de El País, que a su vez había hecho su lectura libre o sencillamente se había apurado.

Un título que la embajada de los Estados Unidos podría haber calificado de "sensacionalista".

¿Lo hará hoy en su informe al Departamento de Estado?

Por favor, ahora no corte Wikileaks.

martin.granovsky@gmail.com

Martes, 30 de noviembre de 2010

Bad comedy > Clinton dijo que los memos no reflejaban la posición oficial

Un día negro en la Casa Blanca

La secretaria del Departamento de Estado afirmó que la revelación de los memos secretos es "un ataque a la comunidad internacional". Obama se negó a hacer comentarios, pero sus allegados afirmaron que estaba más que "descontento".


Para Hillary Clinton, "no hay nada loable en robar documentos y poner en riesgo la seguridad de un país".

Después de que se filtrara la mayor cantidad de documentos del Departamento de Estado en la historia de las fugas de información, Washington ensayó ayer una tibia respuesta. Hillary Clinton dijo que la difusión de los cables diplomáticos por parte de Wikileaks era un ataque a la comunidad internacional. La jefa de la cancillería norteamericana remarcó que la política oficial de la Casa Blanca no estaba plasmada en esos documentos pero, al mismo tiempo, añadió que los espías estaban haciendo su trabajo. Honduras y las Coreas también cayeron en la mira de los diplomáticos, según las últimas revelaciones.

El clima que iba a predominar en la jornada lo marcó el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs. "Es quedarse corto decir que el presidente Barack Obama no está contento", advirtió el portavoz durante la mañana. Por su parte, Clinton llegó tarde a su cita con la prensa en el salón del Departamento de Estado, coincidió en señalar la prensa internacional. Sin mirar a nadie en particular, la responsable de la diplomacia de Barack Obama se apuró para decir lo que tenía que decir. "No voy a comentar o confirmar nada sobre las filtraciones", arrancó. Pero tuvo que dar algunas precisiones. "No es un ataque contra los Estados Unidos solo, sino contra toda la comunidad internacional", afirmó la secretaria de Estado.

"No hay nada loable en robar documentos y poner en riesgo la seguridad nacional y a gente inocente ni en poner en riesgo las decisiones pacíficas de las que depende nuestro gobierno", agregó la ex primera dama en relación a 250 mil documentos que Wikileaks obtuvo y puso a disposición de El País, Le Monde, The Guardian, The New York Times y Der Spiegel. Lo que ni la titular del Departamento de Estado ni el mismísimo Barack Obama dijeron es que lo difundido por esos medios no es otra cosa que el tablero de estrategias, prioridades y temas recurrentes de la Casa Blanca. "Los informantes diplomáticos trabajan para evitar peligros y conflictos, para ayudar a los líderes por los derechos civiles. Es el rol de América en el mundo y es el rol de nuestros diplomáticos para defendernos", trató de aclarar Clinton.

Después de la conferencia de prensa, Clinton salió hacia Kazajastán para participar de la cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), donde tendrá que verles las caras a varios funcionarios de las administraciones que fueron ofendidas en los memos. Allí se podrá cruzar con los enviados de la canciller alemana, Angela Merkel, a la que llaman "teflón", o con los delegados del premier italiano, Silvio Berlusconi, a quien critican por sus "fiestas salvajes", y también es probable que se encuentren a los representantes de Nicolas Sarkozy, al que tildan de "emperador desnudo", o con los rusos, que vieron cómo se menospreciaba al presidente Dimitri Medvedev y catalogan a Vladimir Putin de autoritario y macho alfa.

Desde la sede del Departamento de Estado, Clinton subrayó que la política exterior se define en Washington y prometió tomar acciones decididas para evitar otras filtraciones. Más temprano, el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, advirtió que se había iniciado una pesquisa criminal por la fuga de información sensible. "Estamos realizando una activa investigación judicial sobre este tema." Pero debió agregar que los pasos que se dieron no fueron tan firmes: "Todavía no estamos en posición de anunciar el resultado de esta investigación". Y agregó: "Esto no es una amenaza. Si encontramos a alguien que haya quebrado la ley estadounidense, será juzgado". Los dichos del funcionario de Justicia respondían a una pregunta de la prensa acerca de qué acciones tomaría la Casa Blanca contra Julian Assange, el periodista australiano que fundó en 2006 Wikileaks.

Los republicanos pusieron el grito en el cielo al enterarse de las filtraciones y presionaron a Holder para que cerrara, de una vez por todas, el portal de Internet. Peter King, integrante del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, le reclamó al fiscal general que sume a Wikileaks a la lista de organizaciones terroristas, porque cumpliría con las tres características que Washington les asigna a la red Al Qaida, al Hezbolá y a otros grupos: ser extranjera, cometer supuestamente actos de terrorismo y constituir amenaza para la seguridad estadounidense. Pero parece que King no tendrá demasiado eco. "Normalmente dedicamos esa designación a grupos que cuadran en la clásica definición de terrorismo", apuntó Joe Lieberman, jefe del Comité de Seguridad Nacional en el Senado.

Mientras tanto, Wikileaks amenaza con seguir filtrando más información. Ayer se conocieron varios cables nuevos, entre los que se cuenta el que pregunta acerca de la salud mental de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (ver aparte). También se publicó un memo de la Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa haciendo referencia al golpe que el año pasado arrancó del poder al presidente Manuel Zelaya. "La perspectiva de la embajada es que no hay duda de que los militares, la Corte Suprema y el Congreso Nacional conspiraron el 28 de junio en lo que constituyó un golpe ilegal e inconstitucional en contra del Ejecutivo", escribió en julio de 2009 el embajador Hugo Llorens. "Los más entusiastas defensores legales del golpe fueron incapaces de –teniendo en cuenta los supuestos crímenes de Zelaya– explicar cómo esas acusaciones justificaron sacarlo de la cama en la noche", añadió el enviado de Wa-shington en la capital hondureña. Después de conocerse la información, Zelaya anticipó: "Este es un documento que nos va a servir en las cortes para sentar precedentes y castigar a los golpistas, con el fin de evitar golpes de Estado, en la Corte Penal Internacional y en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde el Estado violador se encuentra demandado".

Otra de las revelaciones de ayer puso la mira en la península coreana. Según los archivos, China, uno de los pocos aliados de Pyonyang, estaría dispuesta a aceptar la unificación política de las dos Coreas bajo el control de Seúl.

El cierre de Guantánamo

Hubo también revelaciones acerca de los intentos diplomáticos para cerrar Guantánamo. Como publicaron The New York Times y El País, existió una propuesta del rey Abdullah de Arabia Saudí para implantarles un chip a los detenidos que regresasen a los países islámicos como Yemen. Según el monarca saudí, ésa sería la receta para terminar con los temores de Washington de que los ex prisioneros desaparecieran o se unieran a un grupo terrorista. En Riad, Abdullah le hizo esa sugerencia el 15 de marzo de 2009 al asesor antiterrorista de la Casa Blanca John Brennan y a otros altos funcionarios estadounidenses. Barack Obama había prometido que cerraría Guantánamo durante su gestión, promesa que no logró cumplir. Todavía permanecen en la bahía unos 170 reclusos, acusados de terrorismo.

Según difundió El País, hubo varios intentos de la Casa Blanca para que otros países se hicieran cargo de los supuestos terroristas. Kuwait se negó a hacerlo y sugirió a Washington que los abandonara en alguna zona de combate afgana, donde corrieran riesgo de morir. Otros países, como Yemen, pidieron millones. Eslovenia ofreció ayuda, pero con una condición: una reunión de 20 minutos con Obama.

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