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viernes, 17 de diciembre de 2010 |

Muerte fisica de Simón Bolívar

Para toda Latinoamérica, su voz es mensaje y su figura es prototipo de las aspiraciones generosas. Los pueblos que liberó su espada, conservan la esperanza de que sus hombres revivan el espíritu de Simón Bolívar y completen su obra.

El Congreso de Venezuela, temeroso de que la presencia del Libertador volviera a disipar los proyectos separatistas, pone como condición a todo diálogo su exclusión del territorio nacional: es el más duro de los ultrajes y el más triste de los hechos históricos de nuestra República.

Así, El Congreso Colombiano, designa un nuevo presidente que no asume por lo pronto el poder; el general Rafael Urdaneta, se hace cargo del gobierno el 5 de septiembre, instando al Libertador a volver. Este, que se halla en ruta a la costa atlántica con el propósito de pasar a Europa, encuentra en el deterioro de su quebrantada salud el desenlace de su ciclo vital.

Joaquín de Mier, un hidalgo español, le da hospitalidad en la quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta, y lo atiende en su última enfermedad un médico francés, Alejandro Próspero Revérénd, que ganó con su afecto por el noble paciente la gloria de la inmortalidad. Historiadores médicos discuten hoy acerca del tratamiento que indicó Revérénd: lo cierto es que ya la inmensidad de la figura y de la obra de Bolívar no cabían en el escenario de su vida.

Sabía que iba a morir, por lo que se preparó dejando un mensaje inolvidable en el que sus últimos deseos los expresaba y el sacrificio de su existencia lo ofrecía, para recomendar el mantenimiento de la unión grancolombiana. El obispo José María Estévez, de Santa Marta, y el cura de Mamatoco, Hermenegildo Barranco, le dieron los últimos auxilios religiosos.

El 17 de diciembre de 1830 le sorprende la muerte, en San Pedro Alejandrino, una hacienda cercana a Santa Marta. Su última proclama, firmada el día 10, después de haber recibido los auxilios espirituales de un sacerdote, es un elocuente testimonio de su grandeza, de su desprendimiento y de la rectitud de su espíritu. "Es, también, y sobre todo, un legado donde señala rumbos hacia el futuro."

Sus restos, inhumados solemnemente en la catedral de Santa Marta, fueron trasladados a la catedral de Caracas en 1842, en apoteosis presidida por el general Páez y narrada en párrafos neoclásicos por Fermín Toro. De la catedral pasaron, en el gobierno de Guzmán Blanco, al Panteón Nacional, un templo donde predomina la afirmación de su grandeza. En medio de su increíble actividad, la soledad de su espíritu se resentía de la falta de un verdadero amor.

Tomado de:




15/12/2000.




© Copyright J. W. J. de Wekker marzo
PUBLICADO POR COREPSUV*.

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