Un milagro que sólo ocurre en Venezuela

domingo, 1 de julio de 2012 |


José Ángel Salazar, admirador de Schubert, sigue las huellas de Gustavo Dudamel

Nace nuevo hijo de El Sistema venezolano contra la marginación

Adolescente de 14 años destaca como novel director de orquesta

Que un muchacho ocupe el podio y vaya a clases es un milagro que sólo ocurre en Venezuela, afirma el violinista

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José Ángel Salazar en el podio de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado Nueva Esparta, durante un concierto en la isla de Margarita Foto Reuters
Periódico La Jornada
Viernes 29 de junio de 2012, p. 3

Isla de Margarita, Venezuela., 28 de junio. Un cuatro de juguete a los dos años y un concierto de ensamble de metales que lo hizo llorar de emoción a los ocho marcaron a José Ángel Salazar, quien hoy, con apenas 14, es el venezolano más joven en dirigir una orquesta en su país y uno de los más jóvenes en el mundo.

Salazar, adolescente que deleita con complejas sinfonías del austriaco Franz Schubert y oberturas de Antonio Vivaldi, es hijo de El Sistema, un programa que desde mediados de los años 70 arrancó de la pobreza y delincuencia a cientos de miles de niños y jóvenes venezolanos mediante la música.

Que un muchacho de 14 años esté dirigiendo una orquesta y yendo a clases es un milagro que sólo ocurre en Venezuela, dijo Salazar, orgulloso de sí mismo, en una reciente entrevista en la ciudad de La Asunción, en la isla de Margarita, de donde es oriundo.

Salazar, el segundo de tres hermanos de un matrimonio de profesores de escuela, es uno de los mayores éxitos de El Sistema, así como lo son el director de la Sinfónica de Los Ángeles, Gustavo Dudamel, y Edicson Ruiz, quien a los 17 años se convirtió en el músico más joven en unirse a la Filarmónica de Berlín. El Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles, conocido como El Sistema, es un programa de educación musical creado por José Antonio Abreu quien, con una red de 180 orquestas de unos 350 mil jóvenes y niños, se ha convertido en un trampolín de músicos venezolanos al mundo.

"Yo quería tocar trompeta y cuando fui al núcleo de 'El Sistema' en Nueva Esparta había un concierto del Ensamble de Metales de Venezuela con un trompetista de la Filarmónica de Berlín. Recuerdo haber llorado tres veces de la impresión que me causó la música que interpretaron", dijo Salazar en el descanso de un ensayo.

Luego de aquel suceso que marcó su vida, el entonces niño de ojos claros, manos grandes y cabello ensortijado, dejó las lecciones de karate y se dedicó a su verdadera pasión: la música.

Pasó por la flauta dulce –con la cual todos se inician en El Sistema– hasta llegar al violín y convertirse en concertino gracias a su extraordinaria técnica.

Soltó el violín y tomó la batuta

Salazar, quien además domina la guitarra y el cuatro –instrumento de cuerdas popular en Venezuela–, recuerda que su primera vez como director le llegó de pura casualidad. Tocaba (el violín) y había una reunión de profesores y el maestro tuvo que salir y, como no había nadie que se quedara a cargo, yo lo hice: solté el violín y empecé a dirigir, contó con una sonrisa como quien recuerda una travesura.

Salazar pasó a dirigir muchachos que incluso le doblan la edad, siempre bajo la atenta mirada de su maestro, el director titular de la Orquesta Sinfónica del Estado Nueva Esparta, Felipe Izcaray.
Durante un concierto en la zona colonial de la isla, Salazar estuvo a la batuta de 40 jóvenes. Dirigió dos piezas y recibió una ovación de un minuto. En el escenario despliega la experiencia de un adulto, aunque aún usa camisas de talla pequeña. Su vida cambió repentinamente y apenas le queda tiempo libre. Luego del colegio, Salazar corre, sin cambiarse el uniforme, a ensayar hasta muy tarde en la noche.
Sus amigos y su familia también han sido imbuidos por la música. Yo no tenía idea de lo que era una sinfonía ni que estaba compuesta por movimientos. O que entre movimientos no se aplaude, contó Richard, de 42 años, padre de José Ángel.

Salazar sueña con dirigir en los grandes escenarios como el Carnegie Hall de Estados Unidos o el teatro Bolshoi en Rusia, pero mientras la fama le llega quiere estudiar idiomas para entender a su director predilecto: Schubert.

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