La izquierda debe unir gestión y emoción

domingo, 8 de julio de 2012 |


ENTREVISTA AL ANALISTA VENEZOLANO JUAN CARLOS MONEDERO, EX CONSEJERO DE CHAVEZ

"La izquierda debe unir gestión y emoción"

Diagnostica el momento que vive el modelo liberal tomando en cuenta todas las crisis que lo han azotado en los últimos años y señala que el gran desafío para la izquierda es articular gobiernos con los movimientos sociales.

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"La izquierda no terminó de ver la enorme capacidad de adaptación del sistema capitalista."

Desde Caracas

El primer gran debate abierto de la decimooctava edición del Foro de San Pablo tuvo como tema los gobiernos progresistas y de izquierda. En el curso de las amplias discusiones quedó reflejada la preocupación de muchos delegados por la estabilidad de esos gobiernos y el modo de desarrollo que ofrecen o pueden ofrecer frente a la hostilidad de los modelos liberales. Desde Panamá y Palestina, pasando por Honduras, Venezuela, Uruguay, Puerto Rico, hasta Brasil o México, los participantes mostraron una honda preocupación sobre la forma en que el progresismo puede implementar sus políticas sin exponerse a la decapitación liberal. Un delegado de Palestina afirmó con visible temor que, allí donde se vaya, "el liberalismo bloquea los cambios mundiales o nacionales". El otro gran tema consistió en encontrarle una respuesta a esa gran incógnita que consiste en saber en qué fase de su historia se encuentra el modelo liberal tomando en cuenta todas las crisis que lo han azotado en los últimos años. Quienes lo dieron por agonizante o muerto reconocen que no es así, pero tampoco encuentran en el horizonte un modelo para retratar el estado actual. Página/12 dialogó en Caracas con el analista Juan Carlos Monedero, ex consejero del presidente Hugo Chávez y lúcido pensador de los planteos que la izquierda debe hacerse en estos tiempos de dudas.

–Los participantes de este foro, al mismo tiempo que celebran la existencia de gobiernos progresistas, se preguntan qué hacer frente al modelo ultraliberal que sigue en pie pese a las hecatombes que provocó y lo afectaron.

–La izquierda tiene un terrible problema de reflexión. Hay problemas para los cuales no tenemos respuesta. Por ejemplo, cuáles son las relaciones entre los movimientos sociales y los gobiernos; cómo actúa un gobierno que puede acceder a los aparatos del Estado sin que ello signifique que tenga realmente el poder; cómo gestiona el Estado heredado con el Estado en construcción; cuál es el nuevo sujeto de transformación; qué ocurre cuando la clase obrera sigue existiendo, pero ya no se deja representar. Creo que la izquierda puede encontrar respuestas a estas preguntas en foros de este tipo. El gran reto de la izquierda es ver cómo se traducen las diferentes luchas por la emancipación para encontrar el hilo que las una.

–Hace años que la izquierda tiene una gran capacidad de análisis, una extrema lucidez en su diagnóstico. Sin embargo, incluso en uno de los peores momentos del liberalismo, la izquierda no consigue plasmar una acción de impacto global. ¿Por qué?

–Ocurre que la izquierda siempre ha movilizado con sueños. Los grandes lemas de cambio social de la izquierda que tanto han emocionado a la población son un poco huecos: tierra y libertad, pan y trabajo, socialismo o muerte, etc., etc. Estas ideas son elementos amplios, pero no terminan de concretarse. Por paradójico que parezca, hoy en días los únicos que son políticamente incorrectos son los actores de la derecha: Berlusconi en Italia, Sarah Palin en Estados Unidos, Esperanza Aguirre en España, etc. Son sujetos capaces de apelar a las emociones. Por eso cuando el capitalismo está en crisis la salida más fácil que encuentra es la fascista. Y esto se debe a que la izquierda no termina de entender que tiene que ser capaz de unir la emoción y la gestión. La izquierda necesita renovar las emociones y terminar de concretar las alternativas. Vivimos en un mundo en transición donde lo viejo no termina de marcharse y lo nuevo no termina de llegar. Tenemos que hacer teoría no sobre la base de lo que queremos sino de lo que no queremos. Esto representa una ventaja teórica. Los modelos tradicionales se rompieron: la Unión Soviética se hundió, el mundo del trabajo se transformó, los Estados nacionales variaron y las ideologías se difuminaron. Los marcadores de certeza se tornaron líquidos y por eso tenemos dificultades para concretar otras cosas en una alternativa que se plasmará a medida que se construye. Considero importante teorizar sobre una izquierda flexible que vaya construyendo sobre la base de lo que no queremos el gran mosaico de lo que deseamos. Estamos en una encrucijada teórica donde no nos valen los viejos elementos, no nos valen los viejos partidos políticos, no nos vale el modelo de asalto al poder ni mucho menos el modelo de gestión humanista de un capitalismo en crisis como lo hace la socialdemocracia. Como diría Marx, es un momento para regresar a la biblioteca e intentar aportar modelos que orienten.

–Pero todas estas búsquedas que usted expone no alejan el poderío de una oligarquía dispuesta a todo para mantenerse. El sistema no se acabó. Acaso hoy el liberalismo es más frágil o se reforzó con la crisis. ¿Qué es una auténtica estrategia de izquierda para un momento como éste?

–Ludovico Silva decía que si los loros fuesen marxistas serían marxistas ortodoxos. Yo diría: ni Marx, ni menos. Marx nos da mucha luz, pero hay que leerlo con la luz actual. No sabemos si la crisis del capitalismo va a ser la última. Una filosofía de la historia tiene el problema de pretender que el futuro está escrito, lo que no es real. La izquierda no terminó de ver la enorme capacidad de adaptación del sistema capitalista. Sabemos que cada vez que hay una crisis el abanico de respuesta que tiene el sistema se estrecha. De la última gran crisis de los años '70 el capitalismo salió con la explotación de la naturaleza, la explotación de los países del sur y la explotación de las generaciones futuras mediante el déficit. Esos tres elementos se agotaron. Lo que sí sabemos hoy es que las respuestas del sistema se estrechan. El sistema global tuvo que regresar al origen y exacerbar la explotación dentro de casa. También sabemos que, según las cifras más optimistas, hay 75 veces más dinero que riqueza. Y esa mentira funciona mientras el capital financiero decida seguir jugando a la mentira. En cuanto dice "nos paramos, esto es mentira", todo se cae. Eso es lo que ha ocurrido ahora. El sistema financiero se dio cuenta de que la brecha entre el dinero y la riqueza es tan grande que no se va a poder pagar. De allí, insisto, la importancia de este foro y de América latina. No me canso de repetir que la salvación del planeta o viene de América latina o no viene de ningún lado. Europa está exhausta, China no quiere, Estados Unidos tampoco quiere y Africa no puede. América latina es el continente que ha sufrido el problema neoliberal y lo ha superado. Es el continente que tiene la memoria de lo que es el modelo neoliberal y, además, tiene la memoria de los pueblos originarios, que recuerdan la necesidad de respetar a la Pachamama. Esa conjunción de memoria ancestral y de memoria a corto plazo del modelo neoliberal sitúa a América latina como un lugar central para encontrar las alternativas.

–En los debates del foro hemos visto una gran preocupación de la gente por el futuro de la gobernabilidad de los gobiernos progresistas. Hay una mezcla de miedo y ansiedad.

–El problema radica en que los gobiernos actuales de cambio tienen que gestionar el aparato estatal heredado y las presiones actuales. Ahí hay un conflicto porque los movimientos sociales que auparon en América latina a los gobiernos de transformación a menudo reclamaban también una parte de ese modelo pasado. ¿Quién se encarga entonces de las nuevas demandas? ¿Y de qué se trata? Acaso de reactivar un modelo de consumo que la gente considera perdido, o acaso reconstruir la realidad. Los problemas actuales que tienen Evo Morales, Correa, Cristina Fernández de Kirchner responden a esos problemas mal resueltos entre la gestión del pasado, la gestión del presente y la del futuro. Creo que sería un error apoyarse en un movimiento social para ofrecerle solamente lo que el modelo anterior dejó de prometerle. Así se estaría construyendo lo que hizo Margaret Thatcher. Satisfacer las bases de la demanda social sin educar con los nuevos valores de la alternativa que queremos construir puede provocar aquí lo que pasó en Europa: la izquierda construyó la sociedad de clases medias, pero después esas clases medias patearon la escalera para que los que vinieran detrás no tuvieran más oportunidades. Esas clases medias se convirtieron en nuevos propietarios sin ideología. Por eso es esencial un trabajo de traducción entre los diferentes sujetos que portan la emancipación.

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