Un fracaso de la inteligencia

martes, 26 de junio de 2012 |



POLITÓLOGO DE DERECHA EXPRESÓ:
 "NO SOY CHAVISTA, PERO MENOS SERÍA CAPRILERO"

El Politólogo de derecha, que conversó con Marciano, no sabe cómo a la oposición se le ocurre enfrentar a Chávez "con alguien sin formación, apoyo popular, proyecto de país; pero con mucho pasado".



No hay proyecto: hay pasado
MARCIANO

CONVERSABA, DISTENDIDO, CON MI AMIGO el politólogo. Un personaje raro. Extraño. En el fondo, escuálido. Escuálido blindado. Pero en sus análisis es profundamente crítico del escualidismo. ¿Por qué razón? No la encuentro. Para mis adentros sigue siendo inexplicable que este hombre con dinero, con buena posición social, tenga extravíos políticos. Está de acuerdo, en lo más recónditos de sus sentimientos, con valores de la gente de la derecha: Orden, respeto a la propiedad privada, buenos modales, pero cuando se trata de lo social revira.

ASÍ PASA CON MUCHA GENTE en Venezuela: La huella histórica de la igualdad social tiene un efecto subliminal y es profunda en ella. Tan solo una minoría, refractaria a los cambios, con la mentalidad de los amos del valle, se resiste a aceptar la realidad. Que no es otra que la de un país que anidaba en su seno una inmensa pobreza y que ahora, con el proceso bolivariano, recupera a millones de seres humanos de la marginalidad y los convierte en ciudadanos. Sin embargo, esa minoría renuente, retardataria, obsesionada con un poder que perdió, se empeña en no ver la realidad tal cual es ahora.

MI LÚCIDO INTERLOCUTOR, sin abandonar posiciones de fondo, sin renunciar a su credo de derecha -de lo que este escribidor llama derecha civilizada, moderna-, reacciona con vehemencia frente a la insensatez. ¿Cómo es que la gente de mi clase no entienda lo que pasó en Venezuela? ¿Cómo no comprender lo que es Chávez? ¿Acaso no es el producto de su propia irresponsabilidad de clase? ¿De los sectores empresariales, partidistas, culturales, religiosos que no entendieron lo que pasaba? ¿Qué no captaron el alud que se les venía encima? ¿Qué despreciaron las alarmas mientras nadaban en el disfrute concupiscente del poder? Chávez ha hecho lo que tenía que hacer. Y eso casi le costó el poder y la vida.

ANTE LA CONTUNDENCIA de los hechos y lo irrebatible de la realidad, dice mi amigo, ese sector absolutamente minoritario se empeña en engañar a sectores de la sociedad que están carcomidos por el odio que propagan los medios de comunicación. "Se los digo a cada momento. Se los repito con angustia. Les advierto que no jueguen con candela". Y se extiende en consideraciones que, me confiesa, son producto de lecturas y experiencias.

EN SU DEPARTAMENTO frente al Ávila, cuando cae la tarde y el silencio permite captar la entonación de la voz, mi amigo exclama: "No se dan cuenta de que necesitan de Chávez. Es su seguro de vida. Es el muro de contención del desbordamiento social. Si el cáncer lo abatiera, si se les ocurre asesinarlo o intentan derrocarlo o se lanzan a la aventura de desconocer su segura victoria del 7 de octubre, el destino de Venezuela es la violencia, la más cruda, la más impactante, de la cual cuesta mucho salir y recuperarse". La voz calla. Mi amigo se ha puesto de pie y, de pronto, retoma el hilo: "No sé cómo se les ocurre enfrentarlo con alguien sin experiencia, formación, preparación, apoyo popular. Además, alguien sin programa, sin proyecto de país; pero, eso sí, con mucho pasado. Ese pasado sórdido característico de su clase. A la que yo pertenezco y ahora, ante tanta imbecilidad, abjuro. No soy chavista, pero menos sería caprilero. Serlo es un fracaso de la inteligencia".-


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