Acerca de la reconciliación
Desde días antes de la jornada electoral se viene hablando de reconciiación. La idea surgió del Presidente Chávez y fue tomada en cuenta por muchos de sus voceros. El candidato perdedor lo dijo en su discurso de aceptación de los resultados electorales la noche del domingo. Fue quizás ése el discurso más lúcido y más coherente de todo su periplo político. No sólo por éso, sino porque por primera vez, no se sintió como una impostura, por primera vez lució sincero.
Mucha gente se sintió esperanzada porque los que fueron contendores hasta minutos antes, hacían un llamado a la reconciliación y a la concordia de los venezolanos. Y más aún cuando se supo que el Presidente reelecto había llamado al candidato Capriles y habían mantenido una "amena conversación", lo cual es muy difícil si no hay buena disposición para ello en ambos interlocutores.
Pero nos toca abrir las páginas de la prensa, encender los televisores, escuchar las emisoras de radio o acudir a las redes sociales para percatarnos de la inutilidad de nuestras esperanzas.
Desde casi todos esos medios de comunicación lo que resalta es el odio, el resentimiento, el desprecio, la rabia, la frustración (fíjense que son todos sentimientos diferentes pero con una misma intención) de un grupo importante de compatriotas que no terminan de entender que lo incompatible son los modelos de gobierno de uno y del otro, pero no las personas.
Cuando parece que los contendores en ese inmenso ring que fue la campaña electoral lo tiene claro, una vez terminado el combate y alzada la mano al vencedor, surge una pequeña parte del público y grita, patalea, lanza sillas e improperios con la misma fuerza, para negarle el pan y el agua a quien venció en buena lid y a sus seguidores. Florecen entonces las expresiones clasistas, racistas y los discursos insultantes. Los que votamos por el vencedor somos ignorantes. Brutos. Animales. Vendidos. Chancletúos. Se acabaron las propinas para los pobres por parte de "ellos". El "simio" ganó. "el mi co mandante" Y así, cada una de las expresiones de lo que debiera ser simplemente descontento o tristeza se convierte en una violenta manifestación de rencor y de racismo puro, que llega hasta a desear la muerte del Presidente no sin antes pasar por toda clase de dolores. Uff! Es que me da escalofríos hasta reeditar tan malos sentimientos.
Honestamente, sin pretender con ello exculpar a nadie, sí he comprobado que es más rotundo, más frecuente y más constante, más cargado de desprecio, el insulto en el sector de la derecha que en el de la izquierda. Es más virulento y apela siempre a la descalificación y a la humillación, lo que hace pensar que la derecha tiene el patrimonio del odio.
El caso es que millones de venezolanos no nos sentimos cómodos en esa posición de tener que defendernos permanentemente o de dejar de hablar de algunos temas como recurso para conservar las amistades. Por ello reclamamos la reconciliación. Una reconciliación que no tiene que pasar por negociaciones ni por transacciones. Que no significa dejar de creer en lo que creemos, sino de actuar como actuamos. Una reconciliación basada en el reconocimiento de que hay dos sistemas incompatibles: el neoliberalismo defendido por la derecha y el socialismo por el que luchamos la mayoría de los venezolanos, pero que no nos hace incompatibles a nosotros. Una reconciliación que pasa por la aceptación de la situación actual, porque fue la que escogió la mayoría y ofrecer alternativas válidas para mejorarla. Renunciar a la mentira, a la falacia o al apoyo de organizaciones externas para calumniar o para insultar. Una reconciliación que servirá para darle consistencia, seriedad y credibilidad a una oposición coherente, responsable y que demuestre que su pasión por el país es sincera.
Mi pregunta es: si el Presidente Chávez ha tendido la mano y ha manifestado su disposición a actuar en consonancia con esa decisión y si el actual jefe de la oposiciòn ha aceptado el reto, ¿podemos creer que la reconciliación será posible? ¿O tendremos que ver el sórdido espectáculo de descalificación y desautorización del señor Capriles por parte de sus socios? ¿Estarán dispuestos los medios de comunicación a reconocer que su discurso racista y clasista no es el más sano ni el más edificante y, en consecuencia, cesar en los insultos y en las descalificaciones? Estoy segura de que bastarían esos dos gestos para empezar a transitar por la senda del entendimiento y de la reconciliación. Ya ellos dieron los primeros pasos.
Quiénes darán el próximo? ¿Y cuándo? El tiempo apremia. Y la salud mental de Venezuela lo pide a gritos
Yolanda Rojas Urbina.
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