Este Pacto Social no sólo evidencia una grave traición a los intereses de la clase obrera; sino que la movilización de todo el bloque de poder para conseguir la foto de la paz social, evidencia la gravedad de su situación económica al borde del colapso productivo y el corralito financiero. La clase obrera griega, la juventud francesa y británica y las luchas de Tunez, Egipto, Yemen…nos muestran que, sólo si se lucha, es posible avanzar y vencer. Asumamos cada uno de nosotros y nosotras la responsabilidad que como revolucionarios y revolucionarias nos corresponde.
La respuesta de la clase obrera durante la Huelga General del 29-S a las medidas antiobreras impulsadas por el gobierno de la burguesía, además de haber sido ejemplar y contundente, desveló un alto nivel de combatividad de la clase obrera ante el que las cúpulas sindicales de CCOO y UGT se han visto ampliamente superadas, y que los argumentos y excusas utilizadas por estas mismas cúpulas sindicales para retrasar la convocatoria de la Huelga General del 29-S eran falaces. La clase obrera, cuando es atacada y agredida, responde. Esto evidencia una enorme distancia existente entre las cúpulas sindicales con respecto a sus bases y al resto de la clase obrera. Pero, desde el 29-S hasta aquí, a pesar de la enorme fuerza con la que los trabajadores dotaron a los sindicatos frente al gobierno y la patronal, no se ha querido gestionar esa fuerza y se ha optado por la mesa de negociación y el pacto sociam perdiendo un tiempo precioso para la clase obrera en esta lucha, no articulando correctamente la movilización sostenida y posteriormente la convocatoria de otra Huelga General que sin duda hubiese hecho tambalearse a nuestro enemigo de clase. Prueba de ello es el éxito de la movilización general del 27-E donde, a pesar de que las cúpulas sindicales de CCOO y UGT jugaron a la desmovilización mientras perpetraban un nuevo Pacto Social con el Gobierno, diversas organizaciones sindicales convocaron la Huelga General contra la pérdida de derechos, en Hego Euskal Herria (País Vasco y Navarra), en Galiza y en Catalunya, y a ello se sumaron más de un centenar de convocatorias de manifestaciones y concentraciones en todo el Estado español con el mismo objetivo: hacer frente al Pensionazo, a la Reforma Laboral, a la inutilización de la Negociación Colectiva, y contra el Pacto Social. Se ha perdido por tanto un tiempo precioso, y debemos señalar a los responsables, pero a la vez debemos sacar también al menos alguna conclusión: Cuando se renuncia a recuperar el binomio negociación-presión junto con la participación directa de los trabajadores, al final la clase obrera no participamos realmente de la gestión de nuestros intereses quedando ésta en manos de unas direcciones sindicales que, instaladas en las posiciones más reformistas, actúan burocráticamente, quedando sujetas a la presión de la superestructura del sistema dominante en la renuncia, la derrota y, finalmente, la traición Otra conclusión a tener en cuenta es que se demuestran como falsas y perjudiciales las premisas de este modelo de sindicalismo, basado en la Concertación y el Pacto Social. En el que las movilizaciones son lanzadas con desgana y a destiempo y solo sirven para desahogar la contestación natural que se produce de manera espontánea entre las masas obreras así como aquellas que se producen fruto de las consignas lanzadas desde los elementos organizados más conscientes pero, tras la movilización, la gestión de la misma lleva a dejar huérfana de información veraz a los trabajadores y de capacidad de mantener la organización mediante la modulación en la movilización sostenida. Ante ello, el sistema tiene el campo libre y actúa con sus medios de comunicación en dos vertientes: "las reivindicaciones son desproporcionadas y la movilización no sirve para nada y la prueba es que fracasa". Con esta matriz de opinión sin contrarrestar, con la falta de combate ideológico ante la consideración del Pacto y del Consenso como un bien en si mismo la derrota está servida y los trabajadores no hemos perdido sólo algunos derechos más, sino que también hemos entrado psicológicamente en clave de derrota. Pero ante este modelo todavía existen dificultades para articular uno verdaderamente alternativo y a la vez eficaz para la lucha. Y es aquí donde tenemos que decir que cualquier intento de levantar de nuevo la lucha obrera a los niveles de conciencia y fuerza que se precisan ha de partir de la articulación de estructuras de lucha desde la base, donde la unidad de la clase se exprese por encima de siglas sindicales y en la que la asamblea de trabajadores sea el elemento fundamental, y la movilización desarrolle su insustituible papel de presión a todos los niveles. Por otro lado, debemos entender también que los tiempos de lucha marcan definitoriamente los campos de batalla y las diferentes estrategias de los actores en contienda. Ya no estamos en la época en la que, ante el avance de las posiciones socialistas-comunistas en el mundo, el reformismo lograba aparecer como conseguidor de conquistas para la clase trabajadora en los países centrales del capitalismo, jugando el papel de anestesia social. Tampoco estamos en una época de ciclo económico alto donde, de las migajas del sistema, se podía sacar para esa cierta "política social" cuyo rédito político siempre caía del lado del reformismo con su contraprestación histórica de sacar a las masas fuera de la lucha por el socialismo y el comunismo. Hoy, el sistema - fruto de su profunda crisis estructural- necesita llevar a un grado superior al conocido hasta ahora la sobre-explotación de la fuerza de trabajo para intentar paliar su grave problema de acumulación y, en este marco, las viejas formulas reformistas tienen un margen muy limitado, a pesar de lo cual mantienen su capacidad de anestesia sobre los trabajadores ofreciéndoles avanzar en sentido contrario al de sus intereses como clase, mostrándoles el espejismo de un futuro mejor a cambio de esfuerzos en el presente. Lógicamente en los tiempos que vivimos de crisis capitalista, el creer en la posibilidad de salida de la misma dentro del capitalismo en condiciones favorables para la clase obrera y los sectores populares es pura ingenuidad, cuando no pura complicidad o traición, pero no podemos minusvalorar la capacidad que tienen los elementos de ideologización y de control de masas del sistema, así como el efecto desmovilizador que puedan jugar las tendencias reformistas y claudicantes en el plano político y sindical. Una vez definido mínimamente el marco de la lucha de clases, no podemos por menos que mostrar que el modelo de sindicalismo de pacto social, es el sindicalismo de la derrota, pero aún podemos decir más, y es que, con ese modelo, en los últimos 35 años hemos ido perdiendo conquistas históricas que se habían logrado mediante la lucha obrera en los oscuros tiempos del final del franquismo. Solo con repasar brevemente el antes y el después en terrenos como la seguridad en el empleo, la capacidad de negociación colectiva, las pensiones, etc… vemos que todo fueron retrocesos mediante reformas sucesivas que demostraron del lado de quién estuvieron en cada momento los diferentes gobiernos de la burguesía (UCD, PSOE, PP, PSOE…). Tan solo cuando la movilización obrera fue contundente, como en el caso de la Huelga General del 14-D, se consiguió frenar las agresiones. Pero entonces, ante la falta de una plataforma reivindicativa más allá de decir NO a las reformas impidió nuevos avances, y el ignorar que en la lucha de clases como en cualquier lucha quien no avanza retrocede el freno a las agresiones, fue solo temporal. 35 años de retrocesos son una prueba demasiado clara contra un modelo sindical como para no declararlo radicalmente confrontado con los intereses de la clase obrera. Ante ello no sirve la resignación, sirve el análisis para organizar el contraataque. Un contraataque de clase, que entendemos debe partir de una plataforma reivindicativa, sentida por la clase y que sea antagónica con el sistema (reivindicaciones como la de pleno empleo o prestación por desempleo indefinida, defensa de la sanidad pública, pensiones dignas… se convierten hoy en antagónicas con el sistema). Y donde sea la lucha, y no el pacto y la renuncia, quien ponga a los trabajadores en el camino adecuado. Ahora bien, la fragmentación de las organizaciones sindicales no claudicantes es una dificultad objetiva para la unidad de la clase en la perspectiva de lucha que hemos colocado anteriormente. Aún siendo importante, la convocatoria de manifestaciones y/o concentraciones que hacen su llamamiento a la población en general fuera del marco de explotación de clase que es la empresa se quedan cortas, no por su seguimiento (que en ocasiones también, juntando a los escasos miembros de organizaciones sindicales, políticas, sociales…) sino por su capacidad para articular movimiento estable tras las mismas. La asamblea de trabajadores y su carácter decisorio es insustituible por muchos motivos, pero ante todo porque agrupa a todos los trabajadores independientemente de su sigla sindical de referencia o ausencia de la misma. Hacemos por lo tanto dos llamamientos y nos comprometemos con ellos: 1.Hacemos un llamamiento al conjunto del sindicalismo de combate, que no entregado al pacto y la renuncia, a confluir en la unidad de acción y en base a una plataforma reivindicativa común, en una estrategia de movilización sostenida de lucha y de acumulación de fuerza para reconquistar derechos perdidos y defender los que peligran. 2.Hacemos un llamamiento a los elementos más conscientes de la clase obrera a participar en la creación de Comités para la Unidad Obrera, como organizaciones de base que superen, por la vía de la práctica, el fraccionamiento de las siglas sindicales. La clase obrera de este país tendrá que desarrollar una tenaz y sostenida lucha para arrancar de nuevo al capital lo que hoy se nos ha quitado con la colaboración traidora personificada en Toxo y Méndez. Así como otros pueblos se levantan y luchan sin retroceso contra los gobiernos que los oprimen y explotan, el PCPE llama a la clase obrera y a los sectores populares a organizar la más amplia fuerza obrera en combate contra la dominación del capitalismo español y contra sus gobiernos. Hoy, luchar contra estas medidas, sustentadas en la traición a la clase obrera y en la obediencia servil al mandato de la oligarquía, es comenzar a abrir un horizonte unitario de lucha que no tendrá su solución final hasta que la clase obrera conquiste la sociedad socialista, donde los términos igualdad y justicia social sean el mandato de la organización de la vida de las grandes mayorías. ¡VIVA LA UNIDAD DE LA CLASE OBRERA COMBATIENTE! 27 de enero de 2011 PCPE - Comité Ejecutivo |
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