Gracias a los buenos oficios del amigo y camarada Martín Guédez…
¿De cuál propiedad de la tierra hablan los terrófagos del Sur del Lago de Maracaibo?
Por: Luis Prieto (*)
Es un lugar común señalar que no podemos querer lo que desconocemos. Pero además a ello habría que agregarle que el desconocimiento de nuestro devenir histórico nos hace blanco perfecto para que brille la mentira elaborada y difundida por los diversos medios al servicio del capital; y como lo que se impone en nuestros días, -a la militancia PESUVISTA y al pueblo-es dar la batalla por la verdad y las ideas, he aquí una reflexión en torno a la confrontación que los Terrófagos del Sur del Lago de Maracaibo, quienes pretenden desatar una guerra contra las medidas impulsadas por el Gobierno nacional, decisiones que buscan abolir las prácticas terrofágicas y de violación de los más elementales Derechos Humanos, que se venía practicando en la zona desde hace largo tiempo.
De allí que nos dispondremos a elaborar nuestra verdad, como pueblo y como militantes, al servicio de las mayorías y la Revolución Socialista y Bolivariana. Para ello, dispondremos de las fuentes arqueológicas, etnológicas, históricas (orales y escritas), hemerográficas y bibliográficas, indispensables para la resemantización del discurso manido de la derecha golpista, de los terrófagos y sus defensores: los partidos y los políticos, agrupados en esa cosa que llaman la Mesa de la Unidad y sus medios escritos y audiovisuales, desde donde disparan todo su odio a los pobres, a la Revolución y a su líder, el comandante Hugo Chávez.
Dejemos que sea la historia y sus fuentes quienes nos digan la verdad. Antes de comenzar el análisis para demostrar que los hacendados y terratenientes del Sur del Lago representan la barbarie y el despojo, mencionemos algunos autores necesarios para conocer la historia: Los datos arqueológicos aportados por Erika Wagner en su texto Datos arqueológicos de la Cuenca del Lago de Maracaibo; los de Iraida Vargas en la Revista GENS de arqueología; los aportes etnológicos de Stephen Beckerman, publicados en la Revista Montalbán de la Universidad Católica Andrés Bello dan cuenta del vastísimo territorio ocupado por los mal llamados indígenas Motilones en el Sur del Lago (hoy reconocidos como indígenas Bari, de filiación lingüística Chibcha).
Este territorio es el que ocupan hoy los municipios zulianos Machiques, Catatumbo, Jesús María Semprum, Francisco Javier Pulgar, Colón y los merideños Alberto Adriani, Obispo Ramos de Lora, Carracciolo Parra y Olmedo, y Francisco Antonio Zea, solo por nombrar algunos para hacernos una idea del territorio abordado y de sus pobladores primigenios, de acuerdo a lo planteado por los autores antes señalados, en particular por la doctora Iraida Vargas.
Vargas sostiene que el poblamiento en el Sur del Lago se inició el sexto siglo antes de Cristo.
Llegó la cruz y con ella el despojo
Para 1774, y a objeto de neutralizar a los Bari -cristianizándolos-, la Iglesia católica crea pueblos de Misiones para traficar con mercaderías hacia el mercado antillano y europeo.
Esta fue la principal razón por la que se fundara Santa Bárbara en 1779, Santa Cruz del Zulia en 1781 (aunque se dice que ésta última fue poblada por representantes de España desde 1704); Santa Rosa de Mucujepe se fundó en 1787 y se inicia un proceso de apropiación del territorio Bari, considerado tierras realengas toda vez que no poseían títulos de propiedad otorgados por la Corona, como sí los obtendrá el bachiller Antonio Carmona a partir del año 1781.
Desde 1781 Carmona procedió a delimitar "sus tierras" y conminar por la fuerza al indígena a ubicarse en la desembocadura de los ríos, cuyas tierras eran cenagosas e inhabitables; o en su defecto los obligó a constituirse en mano de obra esclava, en la tierra que por cientos de años les había pertenecido.
Este proceso de despojo y cristianización de los Bari se mantuvo hasta 1809 (tras la muerte de un Bari convertido al catolicismo, quien asumía el papel de mediador entre los europeos y su etnia. Este converso llevaba por nombre Joaquín Gutiérrez, conocido también como el cacique Caricaguey) cuando los indígenas se rebelaron contra el usurpador español.
Es de hacer notar que para el 27 de abril de 1784, el Rey Carlos III mandó a aplicar las ordenanzas de minería en Venezuela, las cuales consagraban la propiedad del subsuelo, incluidos los bitúmenes o jugos de la tierra (hidrocarburos y petróleo), disposiciones que quedaron vigentes en los textos constitucionales y legales republicanos de Venezuela: Comenzando por los decretos de minas emitidos por Bolívar el 17 de septiembre de 1825 y el 24 de octubre de 1829, siendo éste último el que normaría la minería en la Gran Colombia.
Los caudillos amaban la tierra y al indígena… Si le servía como esclavo
Por supuesto que ese proceso no se detuvo allí. Con la promulgación del decreto del Libertador de fecha 20 de mayo de 1820 sobre el Reparto de Resguardos Indígenas- existentes desde 1518, cuando la Corona dispuso que los indígenas no fueran despojados de sus tierras de usufructo tradicional- Bolívar había hecho concesiones a los intereses de los Terratenientes -sin desearlo- sobre tierras indígenas y blancos empobrecidos.
Incluso los abusos desatados son reclamados por el Libertador en febrero de 1821. Porque además habían desplazado a los indígenas a tierras estériles. Posteriormente y a partir de 1821, se emitieron una serie de disposiciones legislativas (años 1821, 1836, 1838 , 1841, periodo en el que se inician las prácticas aberrantes del Liberalismo Económico Burgués en Venezuela), que restringieron la autonomía de los Resguardos indígenas, vino la expropiación de sus tierras a favor de los vecinos y los Concejos Municipales.
Las tierras fueron vendidas por sumas ínfimas a los poderosos de cada pueblo, o militares convertidos en caudillos, que aprovechan el momento cuando se les hace el pago de los haberes, por parte de la nación, para seguir impulsando la terrofagia institucionalizada desde 1820, siendo convertidas en dehesas de ganado, añadidas a los Latifundios, aumentando el mercado de mano de obra en algunas regiones, con la incorporación de los trabajadores indígenas.
Ferrocarriles movidos sobre las ruinas de los pueblos Bari
Finalizando el siglo XIX, Guzmán Blanco y los positivistas conciben la idea del Progreso, promoviendo el blanqueo de la población y la construcción de dos Ferrocarriles en el Sur del Lago. El que comunicaría a El Vigía con Santa Bárbara y el Gran Ferrocarril del Táchira: desde la Fría a Encontrados. Ambos surtirían las embarcaciones que llevarían los frutos del agro al mercado internacional y viceversa, incluyendo los provenientes y hacia el interior de lo que hoy es Colombia.
Para ello los desarrollistas debían controlar la resistencia indígena. Se repitió el genocidio contra los Bari en las riberas de los ríos Tarra y Zulia y en el eje Santa Bárbara-El Vigía. No obstante estos crímenes, el Ferrocarril sigue siendo el símbolo de la Alcaldía de El Vigía y el municipio lleva el nombre de uno de los pensadores racista-positivista de principios del siglo XX, que con su pluma y convicción euro céntrica contribuyó con el crimen de los Bari, nos referimos a Alberto Adriani, quien no solamente estaba convencido de que había que "mejorar la raza", sino que al igual que el argentino Alberdi "había que blanquear las sociedades desindianizando".
Los barí fueron aniquilados y convertidos en mano de obra esclava -o acorralados en la Sierra de Perijá con las famosas Correrías de indios (cacería nocturna de los Bari por mercenarios pagados por los hacendados).
También fueron diezmados por la Shell cuando esta empresa fundó el campo petrolero de Casigua del Cubo en 1915 y electrificó sus caminos e instalaciones para evitar el retorno de los indígenas y para que, en caso de atreverse a penetrar el campo petrolero, murieran electrocutados; los petroleros también llegaron a envenenar la sal de suerte que si los indígenas la consumían igual morirían.
La sumatoria de estos hechos obliga a los terrófagos a incorporar indígenas Wayuu como mano de obra en el Sur Del Lago, hacia la primera mitad del siglo XX en condición de esclavos, tal como lo plantea Ramón J. Velásquez en Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez. Cito: "A esta situación debe agregarse la presencia de mano de obra goajira en las haciendas, como peonaje o servicio domestico en condiciones de literal esclavitud, pues no pocos de ellos eran comprados; en otras palabras, venta de por vida de personas por dinero".
Además cuando se les cancelaba alguna remuneración se le hacía con una ficha plástica canjeable en la bodega del hacendado con el cual quedaba endeudado de por vida y los hijos terminaban siendo esclavos por deudas contraídas. Las rebeldías u otras conductas "anómalas" se pagaban con el CEPO.
La condición de esclavo era de tal magnitud, que contaban los ancianos marabinos -allá por la primera mitad del siglo XX-, que cuando alguien se encontraba en una grave situación económica se le solía decir: "te tendréis que vender pal Zulia, si queréis salir de esa situación".
Hacia la conquista del Sur del Lago de Maracaibo
La actividad petrolera impulsó a que muchos de sus trabajadores y un sin fin de aventureros se lanzaran desde la primera mitad del siglo XX a constituir fundos agrícolas, amparados algunos por la militancia del partido de turno o en la Reforma Agraria, sin títulos que le avalaran la propiedad del terreno.
Otro hecho conocido en el Sur de Lago fue la existencia de un personaje llamado Parafina, contratado en la década de 1980 por los hacendados para matar a la mano de obra barata traída ilegalmente desde Colombia a las plantaciones. Finalmente y para borrar el rastro de estos asesinatos los hacendados encargaron la muerte de Parafina.
Incluso para 1980, tras el asesinato de 30 braseros, dos lograron sobrevivir y denunciar la matanza en el Congreso colombiano, lo que provocó un escándalo diplomático entre ambas naciones. Otro de los episodios de sangre que pone en duda la propiedad de la tierra en el Sur del Lago para alguno de los productores tiene que ver con un secreto a voces en la zona. Está referido a las matanzas entre familias y estos contra pequeños productores, a fin de poder ampliar sus predios.
Hoy diciembre 2010, nos preguntamos ¿de cuáles propiedades hablan los Terrófagos del Sur del Lago? ¿De cuál Derecho? Lo único que está claro es la violación sistemática de las leyes y de los Derechos Humanos de los trabajadores de las fincas, por parte de los hacendados. Instigando a la violencia y al desconocimiento del Estado de Derecho, al Gobierno Nacional y la intención de éste de darle el uso correspondiente a las tierras a objeto de garantizar la seguridad alimentaria que reclama el país; y no podría ser de otra manera.
La actitud de los hacendados ha sido históricamente antipopular, racista y proimperial. Recuérdese el odio al Libertador tras la petición de liberar a los esclavos en 1816, de repartición de tierras en 1820, al punto de ser expulsado del país y que el 31 de enero de 1831, sin saber de su muerte señalaran en la Gaceta de Venezuela que la delicada situación del Libertador era producto de un chancro en el ano y tisis.
La misma que tras su muerte fabricó vasenillas con la cara de Bolívar en el fondo para que los niños se cagaran en su rostro. La misma que rompió la Ley de Tierras en el 2001 y que hoy se prestan cuales brabucones de barrio, a fomentar un conflicto que esconde sus verdaderas intenciones: Eliminar al Presidente y entregar el país al imperio, o no fue ese el interés de Rumbo Propio en el 2006 con Manuel Rosales y el Imperio hablando de Autonomismo. PATRIA O MUERTE.
(*) Historiador
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Rodolfo Walsh
Rodolfo Walsh
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