¿Y entonces qué coño es una Revolución?
Por Jose Roberto Duque
El chavismo ganó las elecciones y, tal como dice la canción de la Billo's Caracas Boys, "unos van alegres y otros van llorando". Pero la Historia siempre nos lleva al punto inevitable en que debemos bajarnos de la nube de la euforia y pensar los términos en que habremos de continuar el proyecto, siempre inconcluso, llamado Revolución. Al respecto vale la pena volver a los inicios, al principio, al factor convocante de las rebeliones, destrucciones y construcciones, y no detenernos en el hecho simple y difuso (y además falso) de que sólo mientras ganemos elecciones habrá Revolución.
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Una Revolución NO es el intento ni el acto de acabar con la oposición. He visto y oído chavistas deprimidos o preocupados porque el antichavismo obtuvo 6 millones y medio de votos. Si nos atenemos al carácter dialéctico de los procesos históricos debemos estar más bien felices de que tengamos contrapeso, adversario, fuerza que puja en sentido contrario al nuestro. Un hipotético país de 30 millones de chavistas y ni una persona en la oposición se anquilosaría, se agotaría, se aburguesaría irremediablemente. Sin peligros ni obstáculos que sortear, las tareas de demolición de lo viejo y construcción de lo nuevo perderían empuje, emoción y sentido. El pánico es mejor aglutinador de voluntades que la tranquilidad y el relax. El ser humano sin problemas a la vista muere de obesidad y desidia. Mientras haya antichavismo y empresarios y hegemonías financiando el antichavismo, habrá energía revolucionaria: ellos pujando para su lado y nosotros para el nuestro. ¿Habrá una etapa en que no existirá el enemigo actual? Probablemente. Y ojalá ya esté forjándose y gestándose el otro.
El chavismo ganó las elecciones y, tal como dice la canción de la Billo's Caracas Boys, "unos van alegres y otros van llorando". Pero la Historia siempre nos lleva al punto inevitable en que debemos bajarnos de la nube de la euforia y pensar los términos en que habremos de continuar el proyecto, siempre inconcluso, llamado Revolución. Al respecto vale la pena volver a los inicios, al principio, al factor convocante de las rebeliones, destrucciones y construcciones, y no detenernos en el hecho simple y difuso (y además falso) de que sólo mientras ganemos elecciones habrá Revolución.
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Una Revolución NO consiste en ganar elecciones. Es maravilloso tener en la presidencia de la República a un aliado, pero una actitud madura y responsable debe pasar por el trámite de imaginarse un país en el cual ni Chávez ni ningún otro aliado sean presidentes, porque esa circunstancia y ese momento llegarán algún día. ***
Una Revolución NO consiste en el fortalecimiento del Estado burgués sino en la creación de otra forma de organización de la gente. En lo personal, si por algo soy chavista es porque varias veces a la semana sueño con la propuesta más fascinante del proyecto de Chávez: la creación de un Estado Comunal. Mientras aprendemos qué es eso y cómo funciona ya vamos viendo cómo la gente aprendió que hay cosas que deben discutirse y decidirse en asamblea. En este experimento hay cosas que están saliendo bien y otras mal. Pero esa dinámica recién estrenada es el germen de un dramático vuelco hacia la democracia más profunda: una donde el presidente, el gobernador y el alcalde ya no deciden qué haremos en la cuadra, porque en la cuadra ya tenemos Gobierno. Cuando tengamos unas décadas (probablemente un siglo) ensayando y fortaleciendo esos procesos locales ya no tendrán sentido ni viabilidad el Estado ni las corporaciones. Con nuestras actuales estructuras social y mental ese salto no es posible, ya que nosotros, formados en un Estado burgués y con códigos burgueses, no somos capaces de parir nada que no tenga señales y rémoras de la sociedad descompuesta que está muriendo. Pero dimos o estamos dando un paso crucial y conmovedor: empezar ese ensayo. Dar los primeros pasos, muy torpes y a veces fallidos (el carajito de un año aprendiendo a caminar y dándose un coñazo cada medio metro). Pero ya empezó ese larguísimo aprendizaje creador, y a Chávez le debemos ese comienzo. ***
Una Revolución NO es una gestión de Gobierno. Una Revolución es un acto acto masivo y multigeneracional que por lo general se hace al margen (y muchas veces en contra) de los gobiernos establecidos. Pretender que Chávez y los funcionarios gubernamentales hagan en sus despachos la Revolución mientras nosotros sólo pagamos impuestos y esperamos a cambio los efectos de la acción de Gobierno es un error ingenuo, porque parte de la creencia de que el Gobierno debe hacer por nosotros la Revolución que en realidad nos corresponde hacer a nosotros en nuestros ámbitos de acción (comunidades, lugares de trabajo o de encuentro, ámbitos físicos y virtuales de acción y discurso).***
Una Revolución NO es el intento ni el acto de acabar con la oposición. He visto y oído chavistas deprimidos o preocupados porque el antichavismo obtuvo 6 millones y medio de votos. Si nos atenemos al carácter dialéctico de los procesos históricos debemos estar más bien felices de que tengamos contrapeso, adversario, fuerza que puja en sentido contrario al nuestro. Un hipotético país de 30 millones de chavistas y ni una persona en la oposición se anquilosaría, se agotaría, se aburguesaría irremediablemente. Sin peligros ni obstáculos que sortear, las tareas de demolición de lo viejo y construcción de lo nuevo perderían empuje, emoción y sentido. El pánico es mejor aglutinador de voluntades que la tranquilidad y el relax. El ser humano sin problemas a la vista muere de obesidad y desidia. Mientras haya antichavismo y empresarios y hegemonías financiando el antichavismo, habrá energía revolucionaria: ellos pujando para su lado y nosotros para el nuestro. ¿Habrá una etapa en que no existirá el enemigo actual? Probablemente. Y ojalá ya esté forjándose y gestándose el otro.
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Una Revolución NO se detiene cuando los gobiernos revolucionarios o de avanzada cesan en funciones. El día que los empresarios, las hegemonías mundiales y el poder económico logren ubicar a otro aliado en Miraflores entonces nos tocará continuar haciendo la Revolución pero en condiciones de dificultad y gravedad extremas. Tal como lo intentamos y lo intentaron otros en el pasado, hacer Revolución será un acto duro, criminalizado, perseguido, castigado, etiquetado de terrorista. Cuando el Presidente de la República no sea un aliado sino un enemigo de los actos audaces y contraculturales del pueblo en rebelión y acción creadora, algo tan aparentemente prístino y legal como conformar una organización vecinal o una agrupación con nombre "sospechoso" (de estos les hablaba hace poco a los muchachos que andan levantando el Frente Anarquista Revolucionario de Venezuela) será objeto de allanamiento, cárcel, tortura, persecución y linchamiento moral. Si hoy nos condenan y nos apabullan, aun teniendo de aliados a Chávez y (a veces también) a algunos medios e instituciones del Estado, imagínense cuando todo esté en manos de la burguesía. Con todo, esa situación sería preferible a la ilusión falsa y nociva de que una Revolución es un acto por el cual a uno tienen que pagarle, darle un uniforme y unas prebendas. ***
La Revolución es un acto contra el orden impuesto. Una Revolución es esencialmente ILEGAL. Por lo tanto siempre habrá (dentro y fuera del Gobierno) convencionalismos, visiones del mundo y estructuras que buscarán exterminarnos, neutralizarnos o comprarnos con el fin de interrumpir el proceso histórico de emancipación de pueblos y seres humanos oprimidos. ***
La tarea: aprovechar que el aliado seguirá en Miraflores para empujar procesos revolucionarios locales, regionales o multifactoriales. Haríamos bien en entender de una maldita vez que ese tipo que está en Miraflores no está ahí para hacer la Revolución por nosotros ni para financiar nuestras aventuras revolucionarias, sino para permitirnos hacer actos revolucionarios por nuestros cojones y con nuestra creatividad e impulsos libertarios. Liberémonos por un rato del éxtasis electoral y vamos por ellos, pues.
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