Mao Tse-tung
CONTRA EL
LIBERALISMO
Estamos por la lucha ideológica activa, pues
ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás
colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y
revolucionarios deben empuñar esta arma.
Pero el liberalismo rechaza la lucha
ideológica y propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo
decadente y vulgar, que conduce a la degeneración política a algunas
organizaciones y miembros del Partido y demás colectividades revolucionarias.
El liberalismo se manifiesta en diferentes
formas:
A sabiendas de que una persona está en un
error, no sostener una discusión de principio con ella y dejar pasar las cosas
para preservar la paz y la amistad, porque se trata de un conocido, paisano,
condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o viejo subordinado. O
bien buscando mantenerse en buenos términos con esa persona, rozar apenas! el
asunto en lugar de ir hasta el fondo. Así, tanto la colectividad como el
individuo resultan perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo.
Hacer críticas irresponsables en privado en
vez de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los
demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las
reuniones, pero murmurar después. No considerar para nada los principios de la
vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es
el segundo tipo.
Dejar pasar cuanto no le afecte a uno
personalmente; decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de
que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse
únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo.
Desobedecer las órdenes y colocar las
opiniones personales en primer lugar; exigir consideraciones especiales de la
organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto tipo.
Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores
personales o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y
luchar contra ellos en bien de la unidad, el progreso y el buen cumplimiento
del trabajo. Este es el quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no
refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar
sobre ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el
sexto tipo.
Al hallarse entre las masas, no hacer
propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles
preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor
preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y comportándose
como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo.
No indignarse al ver que alguien perjudica
los intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con
él, sino dejarle hacer. Este es el octavo tipo.
Trabajar descuidadamente, sin plan ni
orientación definidos; cumplir sólo con las formalidades y pasar los días
vegetando: "mientras sea monje, tocaré la campana". Este es el noveno
tipo.
Considerar que se ha rendido grandes
servicios a la revolución y darse aires de veterano; desdeñar las tareas
pequeñas pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en el trabajo
y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.
Tener conciencia de los propios errores pero
no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal para consigo mismo. Este
es el undécimo tipo.
Podrían citarse otros tipos más, pero los
once descritos son los principales.
Todas éstas son manifestaciones de
liberalismo.
En una colectividad revolucionaria, el
liberalismo es extremadamente perjudicial. Es una especie de corrosivo, que
deshace la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea disensiones. Priva
a las filas revolucionarias de su organización compacta y de su estricta
disciplina, impide la aplicación cabal de su política y aleja a las
organizaciones del Partido de las masas que éste dirige. Se trata de una
tendencia sumamente perniciosa.
El liberalismo proviene del egoísmo de la
pequeña burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y
relega los intereses de la revolución al segundo, engendrando así el
liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo.
Los adictos al liberalismo consideran los principios del
marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo, pero no están dispuestos
a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su
liberalismo por el marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan
del marxismo pero practican el liberalismo el marxismo es para los demás y el
liberalismo para ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran
aplicación para uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.
El liberalismo constituye una manifestación
de oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y,
objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre si en
nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser tal su naturaleza, no debe
haber lugar para el liberalismo en las filas revolucionarias.
Debemos emplear el espíritu marxista, que es
positivo, para superar el liberalismo, que es negativo. El comunista debe ser
sincero y franco leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima
de su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de 1a revolución;
en todo momento y lugar ha de adherirse a los principios justos y luchar
infatigablemente contra todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de
consolidar la vida colectiva del Partido y la ligazón de éste con las masas ha
de preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún individuo, y más
por los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse
comunista.
Todos los comunistas leales, francos, activos
y honrados deben unirse para combatir las tendencias liberales, que cierta
gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He aquí una de nuestras
tareas en el frente ideológico.
7 de septiembre de 1937
Mao Tse-tung
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